Y ahora contaré el final de mi
historia porque el nosotros ya no existe. La perfección se volvió fría, tan
fría como el hielo, tanto que rompió, tanto que todo lo que se derritió fue a
la peor alcantarilla.
Creí tanto en ti que paseaba con
los ojos vendados y un cuchillo detrás de la espalda, sin miedo, pensando que
si quedaba alguien como tú encontraría a mil personas así. Hiciste que creyera
en la gente, en lo bonito de la confianza, si estabas tú sobraba la maldad.
Todo esto hasta que me lo serviste con doble sopa. La dulzura de todo ese
tiempo ahora era el cuchillo clavado. La esperanza de tus palabras era los
insultos del resto. La mala. Como si mis heridas las pudiera sanar con mi
mirada loca, como si mis pasos dejaran de temblar al aparecer otra persona que
no seas tú. Como si esta mierda la pudiera pintar del rosa que estaba
acostumbrada.
Ahora voy a golpes con el mundo
y… conmigo.
Ahora ya no me encuentro ni en el
mejor espejo.
Ahora siento miedo a las miradas
conocidas por si resultan ser como la suya.
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