Y me abrazo yo sola, porque la
soledad no me hace compañía. Dónde quedó esos momentos dónde salías como una
pequeña guerrera detrás de mí, por si me daba por caer.
Sigo siendo la misma demente con
pies de plomo, por si un día se rompen las promesas, por si me da por tener que
seguir sin ese pequeño impulso. Te odio, te odio por mal acostumbrarme y por
ahora encontrarme en un precipicio constante, a veces me da por querer saltar,
luego te recuerdo y me quedo allí, mirándolo, esperando si vienes, pero no
vienes. Tengo que dar pasos agotadores hacía atrás, cargar conmigo y mis
emociones y buscarte, porque ya no te encuentro.
Recuerdo como llegaban a mi vista
esas palabras, eran como el oxígeno que respiro diariamente o como esa falta de
hambre cuando te tiras un día entero con complejos. Venías y me decías que conmigo eras diferente
al resto, y ahora, ahora aguanto cómo
fuiste con todas. Cada día repaso entre líneas por si te da a volver a ser una
loca sin miedo, pero ahora tragaste un poco de todo el orgullo que tenía
guardado para alguien. Ese que dejo cada siete minutos por ti y lo pisas.
Y dime, ¿ya no merezco que
tragues tus malos momentos y vengas a por mí? O mejor, dime por qué coño lo
hiciste en su día. Porque ahora lloro la ausencia de esos momentos dónde te
daba igual lo que pensará los demás, que daba igual lo que pensarás tu misma. Estaba
por encima del bien y el mal, de tus principios. Y me hacía temblar la idea. Ahora
tiemblo por no tenerlo, por ser una loba sin dueña.
¿Recuerdas? Vamos a hacerlo mal.
Yo lo estoy haciendo. Cada día pasó por encima de mi orgullo y vuelvo a
hablarte. Olvido las humillaciones y ahí estoy para ti. Juré que si no lo hacía
ni por mi madre, ninguna mujer lo conseguiría. Hasta que llegaste y me
desordenaste. Y ahora, me da igual. Me da igual ser mejor, para ti, llegar a
estar hecha a tu medida.
Pero tú no.
Ya no.
Y prometo que no me arrepiento,
que haría de tripas corazón cada noche. Pero recuérdalo, recuérdalo que me
partí en dos por los trenes, por colarme entre tus caderas, y que sólo soy una
piedra que puede cambiar de camino por una patada que se le dé. Ese día te
liberarías, pero el resto, juro que llorarías sangre. Porque no existe nadie
más cómo yo.
Yo, que di todo lo que tenía y
sin tenerlo.