miércoles, 7 de enero de 2015

En diferentes estaciones de tren.

No oscurece en su interior, la sonrisa, a veces, se le escapa sin querer. No estaba acostumbrada a sentir mariposas, pensaba que todas se habían escapado o escondido. Así que cada vez que sus labios hacían el intento de torcerse, se la tapaba, con su pelo negro.
Le daba miedo decir que empezaba a ser feliz. ¿Felicidad? Tampoco estaba segura de que era aquello, pero de lo que estaba segura, es que no era muy diferente a aquello que sentía cada noche cuando abrazaba su peluche y se imaginaba mil caricias, en diferentes estaciones de tren.

Un día anhelo abrazos que nunca supo cómo serían, ahora ansiaba con fuerzas que su piel volviera a tener contacto. Meses atrás sonreía detrás una pantalla tras un te quiero, pero sus oídos no podían aguantar no escuchar una voz rota, diciéndole lo mismo.

Seguía con ojeras, pero más bonitas. Las de tiempo atrás eran muy grises, preguntándole a saber qué, por qué ella siempre estaba en segundo plano, por qué le hacía daño algo que quería de esa manera tan extraña. Hoy, mientras se miraba al espejo, vio unas leves ojeras violetas, pero… esas no importaban, eran horas de sueño quitado a causa de soñar despierta con un reencuentro.

No le importaba tener una de cal y otra de arena.

Ahora era suya.