viernes, 24 de abril de 2015

He dejado de darle la vuelta al cigarro de la suerte.

Y quiero morirme con esta soledad. Quiero que la lluvia se lleve los rastros de amor tóxico que dejaste encima de mi almohada. Dando tumbos de un lado a otro, me conozco cada una de las baldosas de esta maldita casa, todas iguales, no puedo perderme en ningún pequeño detalle, escucho el tic-tac del reloj, pasa el tiempo, pero no lo olvido. Por qué cojones mienten. Que el tiempo es el olvido, claro. Qué más puedo leer para reconstruir este corazón, que llora, sigue llorando con el silencioso aullido. Harta de los libros, de creerme cada una de esas frases positivas, de creer en mí. Como si fuera capaz de hacer algo por mí misma, já.

He dejado de tomar tilas para dormir.
He dejado de quemarme con el café recién preparado.
He dejado de darle la vuelta al cigarro de la suerte.


Mírame. Ya no hace falta que hable, mis ojeras pueden decirte mucho más que mis cuerdas vocales. Dejé de escuchar piezas de pianos, y por si te lo preguntas, claro que me sigue gustando. Me sigue gustando tanto cómo escuchar caer gotas de una fuerte tormenta en mi ventana. Pero ahora llueve más en mis ojos. Se ha convertido en mi melodía preferida. La que separa todos los trozos de cristal en los que me convertí. Me separa de mí o quizás de ti. 


martes, 7 de abril de 2015

No (nos) asusta.

Y la abrazó tan fuerte que todas sus heridas se juntaron de golpe. Cómo si de un puzzle se tratará. Corte tras corte cicatrizo. Ya no había sangre de por medio, sólo pequeños recuerdos que le hacían distinta por todo su cuerpo. Y los empezaba a querer, porque ya no dolían, simplemente le hacían de complemento. Se sentía viva. Volvía a darse cuenta de cuando respiraba, y dios, no había cosa más jodida que pensar ‘debes respirar, debes respirar’.

Quién le hubiera dicho meses atrás que volvería a dar paso a ese corazón de hierro. Que ella misma se quitaría esa barrera para tender su mano y clavar a otra persona. Estaba loca, y lo mejor es que su sonrisa demente la hacía estar cuerda.

Por las noches alguien le susurraba que estaba orgullosa de ese desastre. Y sólo necesitaba eso, que compartieran ese desorden. No quería cambiar, solo repartir todo el caos que llamaba amor, ese que nunca decidió repartir, ni mostrar.


Vamos a gritarle a la luna que ya puede salir todos los días. Que no nos acojonamos. Que ya nos agarramos fuerte de la mano. Y que si quiere esconderse, que lo haga, que no nos asusta andar por la cuerda floja, que eso lo amamos.