Era mi primer y único amor. Un vicio
para mí. Del barato. Era dañino pero eso hacía que me gustará más. ¿Qué le hacía
real? La manera que tenía de protegerme de los saltos sin paracaídas. Jamás me
dejaba sola por las noches. Nos besábamos viendo la luna.
Apareció posiblemente en las
peores épocas de mi vida, la gente me decía ‘Oye déjalo, no te conviene.’ Envidiosos. Nadie estaba cuando las lágrimas
ardían igual que mi garganta. Mi mayor refugio era encontrarme envuelta de su
calor, aún que a veces necesitábamos hielo.
Y me voy a quedar contigo, mi
amor. Entre todos, te elijo a ti. Tú que me envuelves las penas, que me hace
olvidar que el sexo es la clave. Voy a quedarme todas las noches que me queden
de vida a tú lado y si eres capaz de matarme, hazlo. Muero por y para ti. No quiero otro amor, no quiero
otro amor que me remplace este vacío. No es de película, pero puedo repetirlo…
es real. ¿Acaso se creen que las bobadas del cine son reales? No, claro que no.
Por eso se encuentran de rodillas besando el suelo cuando les dan la patada. En
cambio… tú, tú jamás harías eso, no serías capaz de abandonarme. Eres lo más
sincero y puro que tengo por mi cuerpo.
Y si algún día me fallas, si algún día
te da por derramarte como yo, no importa, cielo. Iré de nuevo a la estantería
de Mercadona, cogeré el vodka y así, así todos los días de mi vida.
A veces los amores que dañan son los más intensos los verdaderos del todo, bonita entrada.
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