martes, 4 de noviembre de 2014

Ya no quedaba rastro de mi loba.

Ya no quedaba rastro de mi loba. Todo lo que un día fui, se esfumo, se consumió con el último incienso de vainilla que encendí para deshacerme de las malas energías.

El tocador lo cambié de habitación. El pintalabios se convirtió en una sombra de ojos, barata. Ya no usaba zapatos de charol, me paseaba las horas por casa, descalza, para irme tropezando con cada esquina, con cada borde de cualquier mueble. Cambié el café caliente, por uno helado, el humo jugaba demasiado con las formas que creaba.

Ya no hay aullidos silenciosos, ahora mis gritos son desgarradores, mi voz a veces se ronca, se quiebra, sobre todo cuando paso por delante de cualquier espejo y de pasada, me da por encontrarme.



Ya no encontrarás ‘mi loba’, entre las líneas.
Mi autodestrucción la controle, ahora quiero un respiro.
Me pondré una capa de piel de cordero y sonreiré, mucho;
Cómo si lo hiciera de verdad.

                                                                                                            de verdad…








No hay comentarios:

Publicar un comentario