martes, 7 de abril de 2015

No (nos) asusta.

Y la abrazó tan fuerte que todas sus heridas se juntaron de golpe. Cómo si de un puzzle se tratará. Corte tras corte cicatrizo. Ya no había sangre de por medio, sólo pequeños recuerdos que le hacían distinta por todo su cuerpo. Y los empezaba a querer, porque ya no dolían, simplemente le hacían de complemento. Se sentía viva. Volvía a darse cuenta de cuando respiraba, y dios, no había cosa más jodida que pensar ‘debes respirar, debes respirar’.

Quién le hubiera dicho meses atrás que volvería a dar paso a ese corazón de hierro. Que ella misma se quitaría esa barrera para tender su mano y clavar a otra persona. Estaba loca, y lo mejor es que su sonrisa demente la hacía estar cuerda.

Por las noches alguien le susurraba que estaba orgullosa de ese desastre. Y sólo necesitaba eso, que compartieran ese desorden. No quería cambiar, solo repartir todo el caos que llamaba amor, ese que nunca decidió repartir, ni mostrar.


Vamos a gritarle a la luna que ya puede salir todos los días. Que no nos acojonamos. Que ya nos agarramos fuerte de la mano. Y que si quiere esconderse, que lo haga, que no nos asusta andar por la cuerda floja, que eso lo amamos. 


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