Y quiero morirme con esta soledad. Quiero que la lluvia se
lleve los rastros de amor tóxico que dejaste encima de mi almohada. Dando
tumbos de un lado a otro, me conozco cada una de las baldosas de esta maldita
casa, todas iguales, no puedo perderme en ningún pequeño detalle, escucho el
tic-tac del reloj, pasa el tiempo, pero no lo olvido. Por qué cojones mienten.
Que el tiempo es el olvido, claro. Qué más puedo leer para reconstruir este
corazón, que llora, sigue llorando con el silencioso aullido. Harta de los
libros, de creerme cada una de esas frases positivas, de creer en mí. Como si
fuera capaz de hacer algo por mí misma, já.
He dejado de tomar tilas para dormir.
He dejado de quemarme con el café recién preparado.
He dejado de darle la vuelta al cigarro de la suerte.
Mírame. Ya no hace falta que hable, mis ojeras pueden
decirte mucho más que mis cuerdas vocales. Dejé de escuchar piezas de pianos, y
por si te lo preguntas, claro que me sigue gustando. Me sigue gustando tanto
cómo escuchar caer gotas de una fuerte tormenta en mi ventana. Pero ahora
llueve más en mis ojos. Se ha convertido en mi melodía preferida. La que separa
todos los trozos de cristal en los que me convertí. Me separa de mí o quizás de
ti.
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