lunes, 17 de noviembre de 2014

Semanas.

Te pido cada invierno para reyes, atrapando mi ‘Peter Pan’ interior. Sigo buscándote, sigo encontrándote, cualquier lugar es bonito para recordarte, para imaginarte, para perder(me).

Pasé de no querer mirar ningún espejo, a pararme en cualquier retrovisor de coche y ver mí reflejo, te encuentro en cada lunar, cada poro;
Cada centímetro de mi piel, arde al recordarte.

Los domingos empiezo a explicarle al ¿corazón? No estoy del todo segura a qué o quién se lo cuento, pero le digo que empiece a olvidarte, de nuevo. Olvidarte para empezar a recordarte el lunes. Y odiarte el martes.

El resto de los días no es que los pasé pendientes de ti, sólo que la maldita música cae como gotitas de agua  y traviesa mi ventana. Entonces quiero volver a meterme en la cama y que estés en ella. Y joder, no estás. Ya no estás.  Con la tontería ya me paso toda la noche del miércoles llorándote, y el jueves no quiero que nadie se de cuenta de mis ojeras, así que intento renunciar a cualquier tipo de emoción, de explicación. 

El viernes, por la persiana empiezan a entrar pequeños rayos de luz, el sol, eso me da vida. Intento arreglar todo el desastre, dejar el caos, dejarme a mí de lado, por ti. Y ahí empiezo a emborracharme, a sonreír, a saltar, evadirme, no existo yo, así que tú tampoco. Me prometo que seré feliz, que está es la buena, que ya no tropezaré con fotografías o cartas borradas por lágrimas. Y ahí me tienes, el sábado de resaca, diciendo, está es la última vez.




La última vez para empezar otro domingo, otra depresión, el circulo, tú y yo, y que ya no pueda escribirlo junto.


No hay comentarios:

Publicar un comentario